Una razón brillante (Le brio, 2017)

 Comedia francesa que aborda el racismo y la incorrección


En la historia, una muchacha árabe del extrarradio parisino, Neïla Salah (Carmélia Jordana), ansía ser abogada, para lo cual se matricula en la Facultad de Derecho más prestigiosa de París. Pero hete aquí que el primer día de clase llega tarde a un aula con cientos de estudiantes y, al frente, un conocido y conflictivo profesor, el señor Pierre Mazard (Daniel Auteil), que utiliza su capacidad de sarcasmo humillante con la pobre chica mientras el auditorio abuchea por lo bajo la actuación del intolerable Monsieur Mazard.



Dirección: Yvan Attal.

Intérpretes: Camélia Jordana, Daniel Auteuil, Yasin Houicha, Nicolas Vaude.

Género: comedia. Francia, 2017

Duración: 95 minutos.

 

Este incidente, unido a una ya conocida trayectoria del tal profesor, obliga intervenir al rector de la Universidad quien, antes de abrirle expediente, le invita a redimir su culpa ayudando a Neïla a preparar una importante prueba a nivel nacional sobre debates entre jóvenes aspirantes de abogacía.

Durante tres meses el profesor Mazard se empleará a fondo en preparar a la estudiante en un tono cínico y de gran exigencia. Poco a poco, entre ambos se va tejiendo una complicidad que hará que vayan superando sus prejuicios y desavenencias.

El director de origen judío Yvan Attal logra una película que entretiene pues, aunque «no es la comedia francesa al uso para quien va a la sala de cine como quien va al salón de té» (Costa), su trama de superación de la protagonista, la actitud enervante del profesor Mazard, la crítica al racismo —muy típica en la obra attaliana— unido a un final emotivo con alma, encanto y ternura, hizo que la película tuviera una gran acogida entre el público.



En conclusión, film de profesor-alumna adentrándose en el arte de convencer, donde lo de menos es tener razón o estar convencido de lo que se expone o pretende, cuanto el hecho de que la gente, el jurado o quien sea, se crea las argumentaciones que se exponen. Para eso, claro, hay que saber utilizar la razón, conocer óptimamente el arte de la oratoria, manejar de manera eficiente la potencia del vocabulario y no olvidar la elegancia de la propia imagen.

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